La paz como hoja de ruta: a 62 años de la Pacem in Terris
Por Gustavo Restivo
En “La Visión de los Papas comentada” recuperamos aquellas enseñanzas del magisterio que, lejos de envejecer, iluminan el presente con una claridad insólita. Hoy, Pacem in Terris no es solo memoria; es desafío.
Hace sesenta y dos años, en abril de 1963, el Papa Juan XXIII sorprendió al mundo con una encíclica revolucionaria: Pacem in Terris (Paz en la Tierra). Publicada en pleno auge de la Guerra Fría, pocos meses después de la crisis de los misiles en Cuba, el documento no fue dirigido únicamente al pueblo católico, sino “a todos los hombres de buena voluntad”. Esta decisión ya anticipaba la ambición universalista del texto: construir una paz verdadera no desde el miedo o el equilibrio militar, sino desde un orden moral basado en la dignidad humana, los derechos, obligaciones y la fraternidad universal.
La visión de 1963: ética frente a la fuerza
Juan XXIII parte de una convicción audaz para su tiempo: la paz no es simplemente la ausencia de guerra, sino el fruto de un orden querido por Dios e inscrito en la conciencia humana. Frente al modelo realista de relaciones internacionales —basado en la fuerza, la disuasión y el interés—, el Papa propone una alternativa; un orden natural sustentado en la verdad, la justicia, la caridad y la libertad. Para él, la persona humana no es un objeto ni un número en las estadísticas del poder, es sujeto de derechos, pero también de deberes (obligaciones). La paz se construye —sostiene— reconociendo a cada ser humano como imagen de Dios y ciudadano del mundo.
Lo notable es que esta visión no se queda en un plano espiritual. Pacem in Terris se anticipa a debates fundamentales de nuestro tiempo como el derecho a migrar, el respeto a las culturas, el rol de las mujeres en la vida pública, la necesidad de una autoridad global que proteja el bien común planetario. En 1963, Juan XXIII ya advertía que el armamentismo era una falsa garantía de paz, y que las desigualdades y la exclusión eran las verdaderas semillas del conflicto.
Su vigencia hoy: más urgente que nunca
¿Tiene actualidad Pacem in Terris? No solo la tiene, es quizás más vigente ahora que cuando fue escrita. La proliferación de guerras (Ucrania, Gaza, el Sahel), la fragmentación del orden internacional, la crisis migratoria, la polarización política y el resurgimiento de discursos totalitarios, plantean un escenario dramáticamente similar al de la posguerra. La diferencia es que hoy, el cinismo global ha erosionado incluso la esperanza de que otro orden sea posible.
En ese sentido, el texto de Juan XXIII funciona como brújula moral, propone que la política no puede disociarse de la ética, que la dignidad humana es innegociable, y que la libertad solo es plena si se ejerce con responsabilidad y en comunidad. Aun en tiempos de posverdad, la encíclica insiste en que la verdad —esa palabra tan vapuleada— es el primer pilar de la paz.
Límites y desafíos actuales
Por supuesto, Pacem in Terris también encuentra límites en el presente. Su propuesta de una autoridad pública mundial con legitimidad moral sigue siendo una utopía difícil de materializar, especialmente en un sistema internacional marcado por la competencia y el debilitamiento del multilateralismo. Del mismo modo, su apelación al derecho natural puede parecer ingenua o insuficiente frente a los desafíos jurídicos y políticos complejos de nuestro tiempo.
Además, si bien la encíclica promueve una visión profunda del ser humano, no se detiene lo suficiente en cuestiones como el medioambiente —que décadas después abordará Laudato Si’— ni en las nuevas formas de colonialismo digital o financiero que atraviesan hoy la globalización.
Un humanismo profético
A pesar de estos límites, Pacem in Terris conserva una potencia profética: no es una receta técnica, sino un acto de fe en la humanidad. Nos recuerda que los pueblos no están condenados a matarse si se reconocen como hermanos. Que la autoridad política debe estar al servicio del bien común y no del lucro o la ideología. Y que la paz, en definitiva, se construye desde abajo, desde el respeto mutuo, la participación democrática y la solidaridad concreta.
En tiempos de caos, la voz serena de Juan XXIII resonaría como una señal en medio del ruido. Nos invita a levantar la vista, a mirar más allá del conflicto, y a recuperar la esperanza de una paz que no se impone, sino que se construye —día a día— con verdad, justicia, caridad y libertad.
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