La Visión de los Papas
Capítulo 2 - 12 de julio de 2025
Rerum Novarum: la profecía social de León XIII
Por Gustavo Restivo
En 1891, el Papa León XIII publicó una encíclica que marcó el nacimiento de la Doctrina Social de la Iglesia. Más de un siglo después, Rerum Novarum sigue siendo un texto de sorprendente actualidad. Hoy, León XIV retoma aquel legado en un contexto de Inteligencia Artificial y revolución digital. ¿Qué visión animó a León XIII? ¿Puede aplicarse su mensaje hoy? ¿Y qué representa su relectura por parte del nuevo Papa?
En pleno auge de la Revolución Industrial, León XIII alzó la voz desde el corazón de la Iglesia para reflexionar sobre la “cuestión obrera” que desafiaba al mundo de su tiempo. Corría el año 1891, y el Papa comprendía que los profundos desequilibrios provocados por el capitalismo liberal —la explotación laboral, la concentración de la riqueza, la desaparición de los gremios y la indiferencia estatal— eran mucho más que un problema económico: eran una crisis moral y antropológica.
Con Rerum Novarum, León XIII no sólo denunció los abusos del naciente sistema industrial, sino que rechazó la solución que proponía el socialismo de su época. En su lugar, propuso un camino original, una sociedad regida por los principios del Evangelio, donde capital y trabajo se reconocieran mutuamente necesarios, y donde el Estado, sin absorber ni a la familia ni al individuo, asumiera la obligación de proteger a los más débiles.
Una visión profética
La fuerza de Rerum Novarum reside en haber introducido, desde el cristianismo, una nueva gramática para hablar de justicia social. Para León XIII, el trabajo no era una mercancía, sino una extensión de la dignidad humana. El salario debía permitir una vida digna; la propiedad privada era un derecho natural pero con función social; el Estado debía proteger sin asfixiar. Y la Iglesia, desde su misión espiritual, debía también comprometerse.
De León XIII a León XIV: el eco de una herencia viva
134 años después, ese legado ha sido invocado con fuerza por el nuevo Papa León XIV, quien explicó a los cardenales que su nombre no es casual: considera que la Iglesia debe afrontar una nueva revolución industrial, pero esta vez marcada por la Inteligencia Artificial y los dilemas éticos, sociales y laborales que de ella se derivan.
“Estamos nuevamente ante una transformación radical del trabajo, de la economía, de la relación entre los hombres y las máquinas”, dijo León XIV en reunión privada, y añadió: “El espíritu de Rerum Novarum debe ser actualizado, no repetido” (valoresreligiosos.com.ar).
León XIV interpreta que, así como su predecesor en 1891 ofreció una brújula moral para una sociedad que se industrializaba sin alma, hoy la Iglesia debe alzar la voz ante el avance de tecnologías que pueden deshumanizar. Su elección de nombre es, en sus palabras, “un programa de pontificado”.
¿Qué sigue vigente?
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La afirmación del trabajo como clave de la dignidad humana.
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La crítica a sistemas económicos que convierten a las personas en descartables.
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El reclamo de justicia distributiva.
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El valor de las asociaciones intermedias y la primacía de la familia sobre el Estado.
¿Qué debe adaptarse?
Rerum Novarum surgió en un contexto fabril, local y patriarcal. La realidad digital de hoy es global, algorítmica, transnacional. No basta con repetir fórmulas, hace falta repensar el derecho al trabajo cuando los sistemas de IA reemplazan tareas humanas, y cuando millones trabajan en plataformas sin horarios, derechos ni estabilidad.
Además, la enseñanza social de la Iglesia debe abrirse a otras culturas, religiones y saberes. No puede proponer un modelo de justicia desde arriba, sino construirlo desde el diálogo con el mundo.
Conclusión: de la fábrica al algoritmo
León XIII tendió un puente entre fe y justicia social en tiempos de vapor y acero. León XIV quiere hacerlo en tiempos de servidores y sensores. Ambos comparten una intuición, que sin justicia y dignidad, ninguna sociedad —ni siquiera la tecnológica— puede sostenerse.
Hoy, más que nunca, Rerum Novarum no es un documento del pasado, sino una semilla que sigue germinando. Y el desafío de León XIV será mostrar cómo esa raíz cristiana puede dar frutos en un mundo donde las nuevas "máquinas" no son de hierro, sino de código.
Capítulo 1 - 5 de julio de 2025
La paz como hoja de ruta: a 62 años de la Pacem in Terris.
Por Gustavo Restivo
En “La Visión de los Papas comentada” recuperamos aquellas enseñanzas del magisterio que, lejos de envejecer, iluminan el presente con una claridad insólita. Hoy, Pacem in Terris no es solo memoria; es desafío.
Hace sesenta y dos años, en abril de 1963, el Papa Juan XXIII sorprendió al mundo con una encíclica revolucionaria: Pacem in Terris (Paz en la Tierra). Publicada en pleno auge de la Guerra Fría, pocos meses después de la crisis de los misiles en Cuba, el documento no fue dirigido únicamente al pueblo católico, sino “a todos los hombres de buena voluntad”. Esta decisión ya anticipaba la ambición universalista del texto: construir una paz verdadera no desde el miedo o el equilibrio militar, sino desde un orden moral basado en la dignidad humana, los derechos, obligaciones y la fraternidad universal.
La visión de 1963: ética frente a la fuerza
Juan XXIII parte de una convicción audaz para su tiempo: la paz no es simplemente la ausencia de guerra, sino el fruto de un orden querido por Dios e inscrito en la conciencia humana. Frente al modelo realista de relaciones internacionales —basado en la fuerza, la disuasión y el interés—, el Papa propone una alternativa; un orden natural sustentado en la verdad, la justicia, la caridad y la libertad. Para él, la persona humana no es un objeto ni un número en las estadísticas del poder, es sujeto de derechos, pero también de deberes (obligaciones). La paz se construye —sostiene— reconociendo a cada ser humano como imagen de Dios y ciudadano del mundo.
Lo notable es que esta visión no se queda en un plano espiritual. Pacem in Terris se anticipa a debates fundamentales de nuestro tiempo como el derecho a migrar, el respeto a las culturas, el rol de las mujeres en la vida pública, la necesidad de una autoridad global que proteja el bien común planetario. En 1963, Juan XXIII ya advertía que el armamentismo era una falsa garantía de paz, y que las desigualdades y la exclusión eran las verdaderas semillas del conflicto.
Su vigencia hoy: más urgente que nunca
¿Tiene actualidad Pacem in Terris? No solo la tiene, es quizás más vigente ahora que cuando fue escrita. La proliferación de guerras (Ucrania, Gaza, el Sahel), la fragmentación del orden internacional, la crisis migratoria, la polarización política y el resurgimiento de discursos totalitarios, plantean un escenario dramáticamente similar al de la posguerra. La diferencia es que hoy, el cinismo global ha erosionado incluso la esperanza de que otro orden sea posible.
En ese sentido, el texto de Juan XXIII funciona como brújula moral, propone que la política no puede disociarse de la ética, que la dignidad humana es innegociable, y que la libertad solo es plena si se ejerce con responsabilidad y en comunidad. Aun en tiempos de posverdad, la encíclica insiste en que la verdad —esa palabra tan vapuleada— es el primer pilar de la paz.
Límites y desafíos actuales
Por supuesto, Pacem in Terris también encuentra límites en el presente. Su propuesta de una autoridad pública mundial con legitimidad moral sigue siendo una utopía difícil de materializar, especialmente en un sistema internacional marcado por la competencia y el debilitamiento del multilateralismo. Del mismo modo, su apelación al derecho natural puede parecer ingenua o insuficiente frente a los desafíos jurídicos y políticos complejos de nuestro tiempo.
Además, si bien la encíclica promueve una visión profunda del ser humano, no se detiene lo suficiente en cuestiones como el medioambiente —que décadas después abordará Laudato Si’— ni en las nuevas formas de colonialismo digital o financiero que atraviesan hoy la globalización.
Un humanismo profético
A pesar de estos límites, Pacem in Terris conserva una potencia profética: no es una receta técnica, sino un acto de fe en la humanidad. Nos recuerda que los pueblos no están condenados a matarse si se reconocen como hermanos. Que la autoridad política debe estar al servicio del bien común y no del lucro o la ideología. Y que la paz, en definitiva, se construye desde abajo, desde el respeto mutuo, la participación democrática y la solidaridad concreta.
En tiempos de caos, la voz serena de Juan XXIII resonaría como una señal en medio del ruido. Nos invita a levantar la vista, a mirar más allá del conflicto, y a recuperar la esperanza de una paz que no se impone, sino que se construye —día a día— con verdad, justicia, caridad y libertad.
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