Por Dr. Mario Meneghini
El 12
de este mes se conmemora la Reconquista de Buenos Aires, batalla donde nuestros
antepasados vencieron a los ingleses. Sin ese triunfo, hoy seríamos una colonia
británica; las milicias criollas, con el apoyo de los vecinos y la conducción
de Santiago de Liniers, crearon las condiciones para que fuera posible el Cabildo de Mayo y la posterior declaración de la
Independencia.
Nos parece oportuno recordar en esta ocasión, un hecho sorprendente: la visión que tuvo Sor Lucía del Santísimo Sacramento, que en la época y lugar que estamos comentando, “vivía en dolor de santidad en el monasterio de las Teresas de Córdoba” (1). Esta monja se llamó en el mundo María Lucía Álvarez. En el mismo convento de Carmelitas Descalzas, vivía una hermana de Victorino Rodríguez, Sor Marcelina de los Dolores; tal vez por eso el Dr. Luque Colombres agregó como anexo a su biografía del citado profesor, una parte de las memorias de Sor Lucía. Con el título de Amores de Dios con el alma, la monja escribió su autobiografía, por mandato de su confesor, que obviamente consideró necesario hacer conocer, pese a tratarse de una revelación privada, lo que se refiere a los sucesos de 1810 (2).
Comienza la hermana Lucía, relatando la consternación que reinaba en el convento por la presencia en la ciudad de la tropa que había llegado para detener a los que consideraban legítimos funcionarios, respetables por sus virtudes y considerando que la justicia les pertenecía en el conflicto desatado. Procuraba ayudar en la emergencia con la oración continua, rezando en una ermita ubicada en la torre; al cabo de tres días dedicada a este menester, se encontraba en el coro con la comunidad, cuando tuvo una visión a modo de sueño. Pero ella percibía que no se trataba de un sueño, pues ya en el pasado le había ocurrido algo similar. En esta oportunidad, vio que las personas que estaban siendo buscadas habían muerto. Menciona quienes eran: “el Sr. Dn. Santiago Liniers, el Sr. Gobernador Concha, el Sr. Coronel Dn. Santiago Allende, el Sr. Teniente Dn. Victorino Rodríguez, el Sr. Tesorero no se su nombre y apellido…”.
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Imagen ilustrativa |
Movida por la compasión, y sabiendo que es Dios quien le notifica este suceso, le dijo que los descendientes de estos señores quedaban huérfanos, recibiendo la respuesta de que Él cuidaría de ellos. Se preocupó también por sus mujeres, destacando que quedarían en situación de riesgo ya que era jóvenes, pero el Señor le aseguró que las guardaría, agregando que los muertos eran mártires. Sor Lucía, sorprendida, preguntó cómo podían ser mártires si no morían por la fe, escuchando que eran mártires de la justicia, así se llamarán pues lo son de verdad.
La hermana quedó con una sensación de paz y de certidumbre con respecto a lo que había visto; aprovechó un momento de descanso para comunicar a sus compañeras lo que había visto y escuchado el día 6 de agosto. Ellas consideraron que era un desvarío suyo y que lo relatado, no había ocurrido; sin embargo, el día 26 de dicho mes se supo de la muerte.
En otra comunicación con Dios, le mostró parte de la gloria de que gozaban las almas de los mártires fallecidos, explicándole por qué cada uno se había hecho merecedor de esa corona. De una de esas almas a quien veía con tres coronas, quiso saber la causa, recibiendo como respuesta que una era por la perfección de su vida, otra por la perfección con que había cumplido los cargos que había detentado y que le había confiado su Divina Majestad (3).
1)Bruno sdb, Cayetano. La Virgen Generala, Rosario, Ediciones
Didascalia, 2da. Edición, 1994, pp. 188-189.
2)Luque Colombres, Carlos. El doctor Victorino Rodríguez. Córdoba,
Imprenta de la Universidad, 1947, Anexo N° 7.
3)Fragmento de la Vida de Sor Lucía del Sacramento, del monasterio de
Carmelitas Descalzas de Córdoba, relacionado con los sucesos de 1810, obrante
en el Archivo del Monasterio y publicado en Luque Colombres, op. Cit.
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