De la incapacidad
Por Gustavo Restivo
En tiempos de crisis y de grietas, el pensar sobre el rumbo de los argentinos es un tema que merece una profunda reflexión. ¿Acaso hemos observado alguna vez que la falta de cumplimiento de nuestras obligaciones financieras haya conducido al éxito? La respuesta es clara: no. La historia nos ha enseñado una y otra vez que la negligencia en el manejo de nuestras deudas solo ha traído consigo desastres económicos.
Pero la irresponsabilidad no se limita únicamente al ámbito financiero. Nos hemos acostumbrado a otorgar la función de administrarnos a incapaces y hasta vividores, permitiendo que se aprovechen del esfuerzo ajeno sin contribuir al bien común. ¿Cómo podemos esperar prosperar como sociedad si seguimos tolerando la corrupción y la ineptitud en el gobierno?
Nuestra pasividad frente a los abusos gubernamentales y la laxitud de nuestro sistema judicial solo perpetúa la impunidad y el descontento social. La viveza criolla, lejos de ser una virtud, se ha convertido en una lacra que nos impide avanzar como país y como sociedad.
¿Acaso nos hemos olvidado de nuestro sentido de nación? Parece que hemos perdido el rumbo, permitiendo que intereses mezquinos y cortoplacistas guíen nuestras decisiones. Nos dejamos convencer por políticos cuyo historial está manchado por el fracaso y la corrupción, sin importarnos el futuro que les dejaremos a las próximas generaciones. Es decir justificamos y defendemos "Un modelo de negocios".
La falta de solidaridad y empatía hacia nuestros compatriotas y el desinterés por construir un país mejor son síntomas de una enfermedad cultural que debemos erradicar. Es hora de asumir nuestra responsabilidad como ciudadanos y exigir un cambio real. No podemos seguir siendo vistos como individuos que más vale tener a distancia. Es imprescindible definir un gran modelo nacional superador. Urge un gran concenso argentino, haciéndonos cargo de los resultados alcanzados, que nos lleve a verdaderas políticas de Estado desde lo económico, lo social hasta lo soberano, sin caer en los errores del pasado.
La incapacidad de los argentinos para elegir verdaderos prohombres que lideren el destino de la nación es un síntoma preocupante de una sociedad que parece haber perdido la brújula de sus valores y prioridades. En lugar de buscar líderes con visión, integridad y capacidad para el servicio público, demasiado a menudo nos dejamos seducir por promesas vacías y populismos que solo perpetúan la mediocridad y el estancamiento. Es imperativo que como sociedad aprendamos a discernir entre la retórica vacía y el verdadero liderazgo, para así poder construir un futuro más próspero y justo para todos.
En resumen, la incapacidad de elegir de los argentinos no es un problema aislado, sino un síntoma de una enfermedad más profunda en nuestra cultura. Es hora de despertar, de retomar nuestro sentido de nación y de trabajar juntos por un futuro mejor.
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